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Rosario supo tener -hace décadas- más de setenta cines repartidos entre el centro y los barrios, que con el paso del tiempo se fueron cerrando. Este martes se presentó en el Complejo Monumental una inciativa del concejal Eduardo Toniolli, que busca apuntalar -por medio de exenciones impositivas y otras medidas- a los que continúan funcionando, y promover la reapertura del resto. El proyecto de Ordenanza, titulado “Régimen de protección y fomento de los cines históricos rosarinos”, propone como contraprestación por los beneficios obtenidos la realización periódica de funciones sin cargo para escuelas, clubes, centros de jubilados, e instituciones sociales.

“El objetivo es aportar una granito de arena a la continuidad de cines históricos que aún siguen en funcionamiento, y eventualmente generar un atractivo a quién quiera reactivar alguno de los que aún cuentan con sus inmuebles intactos o en condiciones de ser restaurados para ser utilizados como cines” explicó Toniolli. “Además de ser un ámbito de sociabilidad, esparcimiento, y acceso a la cultura, los cines siempre han movilizado la actividad comercial y gastronómica a su alrededor” señaló el edil justicialista, y agregó: «el cierre de esos cines históricos representó en su momento una tragedia para la vida social de cada uno de los barrios en los que se emplazaban, pero también para la actividad económica de centros comerciales que latían a su alrededor”.

Por su parte, Daniel Grecco, del Complejo Monumental, señaló que la ordenanza sería de gran ayuda para los cines locales, ya que «los insumos de los cines están en valor dólar, y se vuelve muy difícil poder competir con los grandes complejos multinacionales de los shoppings».

En ese sentido, Enrique Fenizi, de Cine Arteón, sostuvo que esta iniciativa «debe ser acompañada por la Municipalidad con acciones que tiendan a reactivar el área del casco histórico, que por las noches se transforma en tierra de nadie debido a los cierres de locales, las falencias en el transporte y la inseguridad».

El proyecto contempla la creación de la figura de Cine Histórico, la señalización oficial de cada uno de ellos, su inclusión en la agenda cultural de la ciudad, y además de beneficios impositivos, propone ayudas para mejoras edilicias, a fin de preservar inmuebles que en muchos casos tienen un alto valor patrimonial.

«La idea no es regalar nada, sino ‘canjear’ -por ejemplo- el monto de lo que estos establecimientos pagan en concepto de TGI, DReI, y derecho de acceso a espectáculos públicos, a cambio de funciones sin cargo para escuelas, clubes, centros de jubilados, o instituciones sociales” apuntó Toniolli, y agregó que “de esta manera se alienta a la continuidad o reapertura de espacios culturales enraizados en la historia de Rosario, que fueron perdiendo terreno un poco por el avance de nuevas tecnologías, y otro poco por el desembarco de grandes cadenas internacionales; y además se promueve el acceso de distintos colectivos sociales a la experiencia única ver cine en el cine”.

En caso de aprobarse el proyecto, para poder acogerse a la normativa, las empresas a cargo de las salas deberán ser de capitales rosarinos, desarrollar como actividad principal la exhibición de filmes, y figurar en la nómina que establece la misma Ordenanza, que se estableció en base a registros históricos. Asimismo, entre otras exigencias, deberán abrir su espacio para la realización de actividades de difusión de la industria audiovisual de la ciudad.

La realidad actual de los más de 70 inmuebles de nuestra ciudad que alguna vez albergaron cines es de lo más variada: algunos se han perdido definitivamente y en sus predios funcionan estacionamientos; otros alojan iglesias evangélicas, comercios, o se encuentran en estado de abandono, pero aún mantienen su estructura original. Los que siguen abiertos al público como cines lo hacen bajo distintas formas de explotación: El Cairo y el Lumiere son gestionados por el Estado provincial y municipal respectivamente, el Monumental está a cargo de una empresa de capitales locales, el Arteón es un Espacio Incaa (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales), y el Diana fue reabierto en el año 2006 por los vecinos del Saladillo a través del programa Espacios Solidarios del Incaa.