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Entre las razones, la oposición apunta a las crisis y las falencias del servicio. El oficialismo, a la «motorización» y el éxodo interurbano. Entre 1970 y 2017, la venta de boletos en el sistema del transporte urbano de Rosario cayó un 48%.

En el último medio siglo nunca viajaron tan pocos pasajeros en los colectivos urbanos de Rosario como ahora. La serie, que va de 1970 a abril pasado, muestra algún que otro altibajo, pero la tendencia firme es que, pese al aumento de población, el corte de boletos cae y cae. Si la cantidad de usuarios del transporte público actual se compara con el mejor año de la serie, 1986, prácticamente bajó a la mitad: un 48 por ciento. Desde el oficialismo atribuyen el fenómeno a la «motorización», el éxodo interurbano y el crecimiento del parque automotor, pero otros, como el concejal Eduardo Toniolli, apuntan a la conjunción de dos escenarios. Por un lado, las bajas de la actividad económica y el empleo junto al encarecimiento del boleto, que conspiran contra la movilidad, y por otro el deterioro en la prestación del servicio, que hizo migrar a miles de pasajeros a otro tipo de transportes como taxis, bicicletas y, sobre todo en los barrios, remises truchos. La inseguridad aportó fuerte lo suyo.

Para confirmar la tendencia, el Observatorio Social del Transporte, que dirige Toniolli, también contrastó la cantidad de boletos cortados en ómnibus urbanos durante 2016 (127.585.684) con la de 2017 (119.332.947). De la comparación surge nuevamente que se vendieron 8.252.737 pasajes menos. «En sólo un año, un 6,46 por ciento abajo», advirtió el edil.

La serie, que arranca en 1970 y llega al 2017, toma tres variables: total de pasajeros al año, kilómetros recorridos e índice entre pasajeros y kilómetros. A lo largo de ese casi medio siglo las tres descienden en forma sostenida.

Tomando los extremos del período se advierte que en 1970 los pasajeros totales del año llegaron a 196.743.548, con casi 62 millones de kilómetros recorridos por los ómnibus urbanos. En 2017, el pasaje bajó a 119.332.947 y los kilómetros a 52 millones.

Los mejores números de la serie corresponden a 1986 y 1992. Las peores caídas se ven entre 1975 y 1980 (Rodrigazo de por medio, recordó el titular de la comisión de Servicios Públicos del Concejo, Pablo Javkin), en el 88 y el 89 (hiperinflación alfonsinista), y desde el 96 no dejaron de descender hasta el 2002/2003.

Hay luego una cierta recuperación entre el 2004 y el 2008, y desde entonces hasta ahora los números vuelven a bajar. El año más pobre en cuanto a cantidad de boletos cortados de toda la serie es 2017, aunque repuntan en algo los kilómetros recorridos.

Hasta allí la radiografía cruda. La pregunta es a qué se debe el fenómeno. Las respuestas son variadas. Para Toniolli, que deplora la actual ausencia de números oficiales («excepto cuando el Ejecutivo necesita justificar algo, como la suba del boleto»), juegan «muchos factores».

También la inseguridad

Algunos son esgrimidos por el propio oficialismo, «como que creció mucho la motorización». Pero hay otras razones que «se muestran menos: por ejemplo, problemas con la frecuencia y la calidad del servicio, la casi inexistente prestación nocturna y el hecho de que hay líneas que directamente no ingresan a algunos barrios, lo que hace que el pasajero termine pasándose a un remís trucho».

En los gráficos, señala Toniolli, se ven «caídas brutales» que suelen coincidir con «los peores escenarios económicos, menos actividad, menos empleo, menos gente que se transporta».

Pero a la vez, «el deterioro en la prestación del servicio hace que la caída que se da ante una situación de crisis ya no se recupere porque el pasajero migra a otro sistema», harto de problemas como la mala frecuencia, el hacinamiento o, fruto de lo anterior, ómnibus que pasan llenos o y no levantan en las esquinas.

El actual integrante de la comisión de Servicios Públicos y ex vicepresidente del Ente de la Movilidad, Osvaldo Miatello, coincide en buena medida con el planteo de Toniolli. «Es cierto que hubo grandes cambios económicos y de pautas culturales desde 1970 a ahora», matiza.

Lo que se tradujo, por ejemplo, en el «acceso masivo a la motito en los sectores populares y al auto en la clase media en los últimos 15 o 20 años». Pero «a eso hay que sumarle la mala prestación del servicio público, al punto de que hubo una famosa publicidad de motos que llamaba a comprarse una para no tener que esperar el colectivo».

Según Miatello, «todas las estadísticas en materia de transporte muestran que el pasajero es aun más sensible a la calidad del servicio que al precio del boleto: mejora la prestación y suben los usuarios transportados». Por lo cual, sentenció: «Si hay inversiones en el sistema, la gente sube».

Javkin matiza esos argumentos y reclama «no simplificar» el tema. «Acá hay varios factores paralelos», afirma. Por un lado, una fuerte migración de población de Rosario a localidades cercanas, como Funes (que en los últimos años «triplicó» su cantidad de habitantes), lo que se traduce en un «marcado aumento de corte de boleto interurbano» en detrimento del urbano, sobre lo que lamentó no tener cifras precisas.

Por otro lado, de los 70 para acá, un enorme crecimiento del parque automotor y que fue «exponencial» entre las motos.

Pese a eso, el concejal de la Coalición Cívica no desconoce que existen problemas de frecuencia y que en los barrios mucha gente prefiere costear un remís trucho (se estima que circulan de 4 mil a 4.500 en la ciudad) a quedarse esperando en una esquina, sobre todo de noche.

Con todo, Javkin también remarca que se trata de un «sistema de transporte funcionando en un marco de inseguridad urbana, con subsidios injustamente distribuidos y una tarifa que no alcanza a cubrir costos», con el agravante de que además pasó de manos privadas a ser mayoritariamente estatal.

El titular del Ente de la Movilidad, Carlos Comi, prácticamente desestima el informe de Toniolli y lo tilda de «opinión política», ya que «no existen estadísticas serias» fuera de los cuatro mil casos de la muestra semestral que realiza el ente y que avala la UNR.

Aun así, dando por cierta la caída en el corte de boletos, asegura que no se trata de un fenómeno exclusivo de Rosario, sino extensible al resto del país.

«Comparar la Argentina de 1970 con la de 1980 o 2018 no tiene sentido», sostiene, entre otras cosas porque «las formas de la movilidad cambiaron drásticamente». Y menos sentido tiene, a su juicio,»pretender que eso se deba a problemas del transporte en la ciudad».

Coincidiendo con Javkin, Comi apunta que en ese lapso unas «50 mil personas que vivían en Rosario se mudaron a Pueblo Esther, Funes o Roldán y hoy lamentablemente se movilizan en autos particulares», mientras que otras «miles y miles de personas circulan en motitos, que en los años 80 casi no existían, y bicicletas».

Para más datos, detalla que hay 45 mil usuarios sólo de bicis públicas en Rosario, que la venta de motos creció en «forma exponencial» y que desde los 70 «se universalizó» el uso del auto entre la clase media.

Todas razones que, desde su óptica, explican más cabalmente la caída de pasajeros en el transporte urbano que los problemas de servicio o las crisis económicas.

Fuente: Diario La Capital.